Walt Kowalski (Clint Eastwood).
Clint Eastwood, uno de los pocos directores vivos de la vieja escuela, ha vuelto a sus raíces de tipo duro. Los que disfrutamos visionando la saga policíaca del inspector Harry Callahan, tenemos la oportunidad perfecta de volver a disfrutar del Clint más justiciero y perverso. Lo mejor de la película, sin duda el inolvidable personaje de Eastwood. Lo peor, que este sea posiblemente su último papel como actor.
En Gran Torino Eastwood interpreta a Walt Kowalski, un viejo veterano de la Guerra de Corea, racista, con muy mala leche y que vive en un barrio conflictivo gobernado por unos chulos y descerebrados pandilleros. El vecino de Kowalski, Tao, es obligado a entrar en una pandilla de hmongs, y para ello debe robar el bien más preciado de su irascible vecino: un Gran Torino del 72. Tras el fallido intento de robo, el joven se ve entre la espada y la pared. La madre del chico cumpliendo con su tradición hmong, le pide a Kowalski que acepte los servicios de Tao a modo de disculpa. Y es a partir de este momento cuando el viejo gruñon recupera sus ganas de vivir y sobre todo la necesidad de ayudar a aquellos que merecen ser salvados. Como ya hiciera el controvertido Travis Bickle de Taxi Driver, Kowalski, asqueado por la falta de valores de la sociedad actual estadounidense, se encargará de limpiar las calles de toda esa basura inmunda.
Puede parecer un tópico lo del viejo y malhumorado cascarrabias que acaba por abrirse y sincerarse con los demás, pero no es el caso de Gran Torino ni mucho menos. Con diálogos de lo más contundentes y humorísticos, consigue crear empatía hacia este memorable personaje, muy difícil de borrar de nuestra cabeza, recordándole siempre con la mano a modo de pistola apuntándonos de la manera más sutil y demoledora. Clint Eastwood desde la dirección consigue hacernos reír y llorar, pero sobre todo pensar en los problemas actuales de la sociedad y la necesidad de un justiciero. Hay que mencionar también la magnífica fotografía, con esos claroscuros impecables, y el tema final de la película (cantado por el propio Clint Eastwood y Jamie Cullum) que nos deja meditando con un nudo en el estómago muy difícil de desatar, después de haber visto uno de los finales más sorprendentes de toda la historia del cine. Clint, lo has vuelto a conseguir.
En Gran Torino Eastwood interpreta a Walt Kowalski, un viejo veterano de la Guerra de Corea, racista, con muy mala leche y que vive en un barrio conflictivo gobernado por unos chulos y descerebrados pandilleros. El vecino de Kowalski, Tao, es obligado a entrar en una pandilla de hmongs, y para ello debe robar el bien más preciado de su irascible vecino: un Gran Torino del 72. Tras el fallido intento de robo, el joven se ve entre la espada y la pared. La madre del chico cumpliendo con su tradición hmong, le pide a Kowalski que acepte los servicios de Tao a modo de disculpa. Y es a partir de este momento cuando el viejo gruñon recupera sus ganas de vivir y sobre todo la necesidad de ayudar a aquellos que merecen ser salvados. Como ya hiciera el controvertido Travis Bickle de Taxi Driver, Kowalski, asqueado por la falta de valores de la sociedad actual estadounidense, se encargará de limpiar las calles de toda esa basura inmunda.
Puede parecer un tópico lo del viejo y malhumorado cascarrabias que acaba por abrirse y sincerarse con los demás, pero no es el caso de Gran Torino ni mucho menos. Con diálogos de lo más contundentes y humorísticos, consigue crear empatía hacia este memorable personaje, muy difícil de borrar de nuestra cabeza, recordándole siempre con la mano a modo de pistola apuntándonos de la manera más sutil y demoledora. Clint Eastwood desde la dirección consigue hacernos reír y llorar, pero sobre todo pensar en los problemas actuales de la sociedad y la necesidad de un justiciero. Hay que mencionar también la magnífica fotografía, con esos claroscuros impecables, y el tema final de la película (cantado por el propio Clint Eastwood y Jamie Cullum) que nos deja meditando con un nudo en el estómago muy difícil de desatar, después de haber visto uno de los finales más sorprendentes de toda la historia del cine. Clint, lo has vuelto a conseguir.